domingo, 6 de octubre de 2013

MERKEL, ESE ‘ÁNGEL’ CON MANO DE HIERRO


El otro día en el supermercado me encontré a Angie. Sí, esa misma, la canciller alemana que va de compras tan campante a los supermercados de la ciudad. Hace vida normal porque no tiene nada que ver que esté en campaña electoral para que necesite llenar la despensa de su casa, o incluso comprarse unas babuchas para andar por casa. Es una mujer tan normal, que me sorprendió de verdad verla a la cola de la caja. Es cierto que las cestas, porque eran varias, se las llevaban esos hombres de negro… Esos, los de la Troika que estaban encantados porque mamá Merkel les había comprado un huevo kinder que devoraban con fruición.

Ficciones aparte, que espero les haya hecho sonreír, ya adivinarán el porqué de esta introducción novelada. ¿Cuál es el tema de hoy? Exacto. Ángela Merkel (yo lo acentuó porque lo pronuncio en nuestro idioma aunque sé que en Alemán no lleva tilde. Sí, la nuestra, la española) y su renovación en el Bundestag.
Ángela Merkel, la primera ministra de Alemania ha vuelto a ganar las elecciones por tercera vez consecutiva. Sí, los alemanes la aman, no en su totalidad, pero casi. La lectura está clara: ha ganado otra vez y eso significa que el pueblo alemán está contento con su canciller. Nos levantamos los españoles después de seguir de lejos ese proceso electoral, y con el convencimiento, en algunos casos, de que revalidar con mayoría absoluta iba a ser imposible. En fin, los resultados son implacables y la mano de Angie es más alargada que la sombra del ciprés. Alemania se ha decantado y lo ha hecho por un gobierno de centro que tendrá que gobernar en coalición, tal vez, con el SPD. Lo que sí deberíamos aprender de los alemanes es su capacidad política para alcanzar acuerdos y gobernar juntos llegado el caso. Helmut Kohl quiso europeizar Alemania, pero ahora vemos como Merkel está logrando germanizar Europa.

Nuestros jóvenes e incluso algunas personas en edad madura ya se han marchado a trabajar a Alemania. Han visto demasiados programas de televisión en los que la suerte ha sonreído a algunas familias españolas que muestran con orgullo su vida en Alemania, país en el que ya han conseguido afianzarse. Pero esa no es la realidad. En el país germano hay muchas personas ganándose la vida a base de ‘mini-jobs’, es decir, trabajillos en varios sitios con los que lograr un sueldo decente que llevar a casa. ¿Y qué me dicen de los pensionistas? Pues que según hemos tenido la oportunidad de ver también en la televisión, muchos de los jubilados alemanes tienen que continuar trabajando mientras cobran pensiones de 500 euros. Completan su jubilación con trabajos especiales pagados con entre 7 y 10 euros a la hora. Pero, ya se sabe, es bueno estar ocupado cuando te jubilas. Más que nada porque el tiempo pasa despacio y no sabes qué hacer con tu vida más allá de los 67 años. Esto es cierto y puede verse en un programa especial que sobre pensiones realizó la temporada pasada el periodista Jordi Èvole.

Pero continúo con el tema que nos ocupa. La máquina alemana ya fue en el pasado un lugar de acogida para muchos emigrantes españoles que se marcharon con la esperanza de volver a su país y lograr a su vuelta una vida más acomodada. No puedo dejar de recordar esa película entrañable y jocosa de Alfredo Landa titulada: ‘Pepe, vente a Alemania’. Como siempre nos salva el humor, amigos lectores. No, no se sientan ridículos cuando les recuerdo esto. No podemos ser alemanes porque somos españoles y punto. Somos un gran país aunque de aquellas secuencias puede desprenderse que aprender algo de disciplina germana, tal vez, y digo tal vez, no nos habría venido mal. Aprender lo bueno de otros y seguir siendo nosotros mismos es la clave. Pero después de esta victoria electoral, los españoles sabemos que Angie pasará otros cuatro años en nuestra Moncloa. Le ha cogido el gustillo, señores y señoras, y ya está. No me extraña porque menudo clima del demonio tienen por allí.

Al mirar los titulares de prensa del día después me sorprende que seamos más papistas que el Papa. Y me refiero a ese titular del diario El Mundo que abre en portada con un  “Merkel, Überalles” (sobre todo, por encima de todo, como su himno) para mostrarnos ese triunfo faraónico de ‘nuestra Angie’. Cierto es que el pueblo alemán es admirable. Consiguieron levantar su país después de la II Guerra Mundial y eso lo hizo su gente, privándose de muchas cosas con la conciencia de que su país era lo más grande. Pero se han convertido en la máquina que arrastra al resto y eso ya da un poco de miedo. Porque digan lo que digan algunos de sus decisiones depende que los denominados PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España) sigamos viviendo dignamente o no.

El sueño de una Europa unida y más justa con sus diferencias y sus similitudes parece alejarse cuando uno de sus miembros, el más fuerte, se cree que es que el debe de regir e imponer las normas de conducta para el resto de sus vecinos. De las decisiones que se tomen, de la idea que Angie tenga de Europa dependerá nuestro futuro, y he de decir algo más, Angela Merkel, la madre de todos los alemanes, que en muchos casos para nosotros puede tornarse en ‘madastra’ (haciendo referencia al estupendo artículo de Orión publicado en Las Noticias de Cuenca), nos hace a los demás vivir una política de recortes a lo Cenicienta; un cuento bonito con final feliz, pero en el que su protagonista sufre lo indecible fregando suelos día y noche. Nosotros seguiremos pasando ciertas calamidades, es decir, fregando el suelo de Alemania que es un gran país en detrimento del nuestro que también lo es.

Angie Merkel, una política con mano de hierro que gobierna su país como si fuera una extensión de su casa, compra en un supermercado normal y corriente, y se codea con el ciudadano medio alemán que observa su compra de ‘Bratwurst’ o ‘Mineralwasser’ y la ve como esa madre que todos querríamos tener, que nos proteje y nos cuida, pero que no nos mima. Una mujer de apariencia normal, pero con aspecto de madre algo severa, que hace la cola en el supermercado y se preocupa por su gran familia europea. España también forma parte de esa familia ¿Qué nos dará mamá hoy de comer? ¿Y qué nos pondrá mañana? ‘Linsen’ ¿Lentejas? Pues ya conocen el dicho popular español: si quieres las comes y si no las dejas. 

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