El otro día en
el supermercado me encontré a Angie. Sí, esa misma, la canciller alemana que va
de compras tan campante a los supermercados de la ciudad. Hace vida normal
porque no tiene nada que ver que esté en campaña electoral para que necesite
llenar la despensa de su casa, o incluso comprarse unas babuchas para andar por
casa. Es una mujer tan normal, que me sorprendió de verdad verla a la cola de
la caja. Es cierto que las cestas, porque eran varias, se las llevaban esos
hombres de negro… Esos, los de la Troika que estaban encantados porque mamá
Merkel les había comprado un huevo kinder que devoraban con fruición.
Ficciones
aparte, que espero les haya hecho sonreír, ya adivinarán el porqué de esta
introducción novelada. ¿Cuál es el tema de hoy? Exacto. Ángela Merkel (yo lo
acentuó porque lo pronuncio en nuestro idioma aunque sé que en Alemán no lleva
tilde. Sí, la nuestra, la española) y su renovación en el Bundestag.
Ángela Merkel,
la primera ministra de Alemania ha vuelto a ganar las elecciones por tercera
vez consecutiva. Sí, los alemanes la aman, no en su totalidad, pero casi. La
lectura está clara: ha ganado otra vez y eso significa que el pueblo alemán
está contento con su canciller. Nos levantamos los españoles después de seguir
de lejos ese proceso electoral, y con el convencimiento, en algunos casos, de
que revalidar con mayoría absoluta iba a ser imposible. En fin, los resultados
son implacables y la mano de Angie es más alargada que la sombra del ciprés.
Alemania se ha decantado y lo ha hecho por un gobierno de centro que tendrá que
gobernar en coalición, tal vez, con el SPD. Lo que sí deberíamos aprender de
los alemanes es su capacidad política para alcanzar acuerdos y gobernar juntos
llegado el caso. Helmut Kohl quiso europeizar Alemania, pero ahora vemos como
Merkel está logrando germanizar Europa.
Nuestros
jóvenes e incluso algunas personas en edad madura ya se han marchado a trabajar
a Alemania. Han visto demasiados programas de televisión en los que la suerte
ha sonreído a algunas familias españolas que muestran con orgullo su vida en
Alemania, país en el que ya han conseguido afianzarse. Pero esa no es la
realidad. En el país germano hay muchas personas ganándose la vida a base de
‘mini-jobs’, es decir, trabajillos en varios sitios con los que lograr un
sueldo decente que llevar a casa. ¿Y qué me dicen de los pensionistas? Pues que
según hemos tenido la oportunidad de ver también en la televisión, muchos de
los jubilados alemanes tienen que continuar trabajando mientras cobran
pensiones de 500 euros. Completan su jubilación con trabajos especiales pagados
con entre 7 y 10 euros a la hora. Pero, ya se sabe, es bueno estar ocupado
cuando te jubilas. Más que nada porque el tiempo pasa despacio y no sabes qué
hacer con tu vida más allá de los 67 años. Esto es cierto y puede verse en un
programa especial que sobre pensiones realizó la temporada pasada el periodista
Jordi Èvole.
Pero continúo
con el tema que nos ocupa. La máquina alemana ya fue en el pasado un lugar de
acogida para muchos emigrantes españoles que se marcharon con la esperanza de
volver a su país y lograr a su vuelta una vida más acomodada. No puedo dejar de
recordar esa película entrañable y jocosa de Alfredo Landa titulada: ‘Pepe,
vente a Alemania’. Como siempre nos salva el humor, amigos lectores. No, no se
sientan ridículos cuando les recuerdo esto. No podemos ser alemanes porque
somos españoles y punto. Somos un gran país aunque de aquellas secuencias puede
desprenderse que aprender algo de disciplina germana, tal vez, y digo tal vez,
no nos habría venido mal. Aprender lo bueno de otros y seguir siendo nosotros
mismos es la clave. Pero después de esta victoria electoral, los españoles
sabemos que Angie pasará otros cuatro años en nuestra Moncloa. Le ha cogido el
gustillo, señores y señoras, y ya está. No me extraña porque menudo clima del
demonio tienen por allí.
Al mirar los
titulares de prensa del día después me sorprende que seamos más papistas que el
Papa. Y me refiero a ese titular del diario El Mundo que abre en portada con
un “Merkel, Überalles” (sobre
todo, por encima de todo, como su himno) para mostrarnos ese triunfo faraónico
de ‘nuestra Angie’. Cierto es que el pueblo alemán es admirable. Consiguieron
levantar su país después de la II Guerra Mundial y eso lo hizo su gente,
privándose de muchas cosas con la conciencia de que su país era lo más grande.
Pero se han convertido en la máquina que arrastra al resto y eso ya da un poco
de miedo. Porque digan lo que digan algunos de sus decisiones depende que los
denominados PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España) sigamos viviendo dignamente
o no.
El sueño de
una Europa unida y más justa con sus diferencias y sus similitudes parece
alejarse cuando uno de sus miembros, el más fuerte, se cree que es que el debe
de regir e imponer las normas de conducta para el resto de sus vecinos. De las
decisiones que se tomen, de la idea que Angie tenga de Europa dependerá nuestro
futuro, y he de decir algo más, Angela Merkel, la madre de todos los alemanes,
que en muchos casos para nosotros puede tornarse en ‘madastra’ (haciendo
referencia al estupendo artículo de Orión publicado en Las Noticias de Cuenca),
nos hace a los demás vivir una política de recortes a lo Cenicienta; un cuento
bonito con final feliz, pero en el que su protagonista sufre lo indecible
fregando suelos día y noche. Nosotros seguiremos pasando ciertas calamidades,
es decir, fregando el suelo de Alemania que es un gran país en detrimento del
nuestro que también lo es.
Angie Merkel,
una política con mano de hierro que gobierna su país como si fuera una
extensión de su casa, compra en un supermercado normal y corriente, y se codea
con el ciudadano medio alemán que observa su compra de ‘Bratwurst’ o
‘Mineralwasser’ y la ve como esa madre que todos querríamos tener, que nos
proteje y nos cuida, pero que no nos mima. Una mujer de apariencia normal, pero
con aspecto de madre algo severa, que hace la cola en el supermercado y se
preocupa por su gran familia europea. España también forma parte de esa familia
¿Qué nos dará mamá hoy de comer? ¿Y qué nos pondrá mañana? ‘Linsen’ ¿Lentejas?
Pues ya conocen el dicho popular español: si quieres las comes y si no las
dejas.